Estos síntomas se pueden dar en muchas ocasiones en la vida de cualquier niño/a. Para que se asocien al diagnóstico del TDAH se tienen que dar en ciertas condiciones:
Los primeros síntomas deben aparecer antes de los 7 años, y para ser tenidos en cuenta deben estar presentes más de 6 meses. Debe afectar a 2 de los tres ámbitos que rodean al niño/a: casa, colegio y vida social. Debe tener un impacto significativo en estos ámbitos, mostrando un importante deterioro del niño/a en ese área.
Se sabe que un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado del TDAH permite una evolución significativa de este trastorno. Ante la sospecha de diagnóstico está comprobado que una intervención a tiempo mejora significativamente el pronóstico.
Es importante recordar que el diagnóstico del trastorno por déficit de atención e hiperactividad no es fácil, existen numerosas comorbilidades y síntomas que hacen pensar de manera equivocada que estamos ante un TDAH.
Desde la neuropsicología, lo primero y más importante es hacer una valoración con pruebas objetivas, y contrastarla con los antecedentes médicos del niño/a.
Una vez realizado el diagnóstico, es muy importante proporcionar a la familia, al colegio y al niño/a la información y las herramientas necesarias para saber cómo actuar en situaciones donde antes no sabían cómo hacerlo. Trabajar directamente con el niño/a sobre sus capacidades en las sesiones le proporciona aptitudes que puede extrapolar a otros ámbitos de su vida.
Desde las sesiones de neuropsicología se hace mucho hincapié al trabajo con la familia del niño/a, ya que esta ha de mantenerse paciente y perseverante para aprender a gestionar el impacto que supone este trastorno en la vida del niño/a. La familia siempre debe comprender qué le sucede el niño para poder aceptarlo y ayudarle, algo que es muy importante en el tratamiento del TDAH.