No sería un psicólogo como el que entendemos clásicamente o vemos comúnmente en la televisión, sino un especialista que trabaja con personas de cualquier edad que necesitan mejorar o rehabilitar su atención, su memoria, o cualquiera de sus capacidades cognitivas; también puede enfrentarse a personas que necesitan controlar su conducta de algún modo, bien por un trastorno del neurodesarrollo (como el trastorno de déficit de atención e hiperactividad) o bien ocasionado por un daño cerebral.
El neuropsicólogo, por tanto, sería el encargado de valorar el déficit que presenta la persona con la alteración cognitiva (cuantificar cuánto de mal tienes la memoria, por ejemplo), siempre con pruebas objetivas y validadas en nuestra población. Una vez conocemos a cuánto llega el déficit, se elaboraría un informe para la familia o el centro que lo solicite, y si es pertinente, se pondría en marcha un proceso de estimulación cognitiva o de rehabilitación de los déficits encontrados.
El neuropsicólogo además trabaja con las emociones que rodean a estos déficits cognitivos (tanto emociones del propio paciente como emociones de los familiares). Por último también ayuda, tanto al paciente como al familiar, a gestionar, a entender y a manejar los distintos problemas a los que se pueden enfrentar dado el déficit.